martes, 9 de diciembre de 2008

¿QUE QUEDA DE NUESTROS AMORES?

Queridos amigos:

Nuevamente estamos cerca de ver cumplirse otro grato aniversario, aquel que comenzó con la magnifica elección del 30 de octubre del 83 y devino necesariamente en la no menos magnifica asunción del 10 de diciembre de aquel año. Nuevamente siento el impulso de compartir con ustedes ciertos recuerdos y pensamientos vinculados a esta sentida fecha.

Aquel festejo comenzó en todo el país la noche previa a ese 10 de diciembre. Aquí en La Plata nos dimos cita la Juventud, la Franja y demás amigos en el comité de calle 48. La idea era hacer el aguante nocturno, en medio de batucadas que celebraban el fin de la dictadura y vivavan a Alfonsín, y partir en tren hacia Capital con las primeras luces del nuevo día.

Al llegar a Plaza de Mayo, a eso de las 8 de un día que amenazaba ser sofocante, nos encontramos con mucha gente que ya había llegado en la víspera, con su algarabía y su pertenencia a los más variados lugares. Se renovaron las batucadas, los cánticos y, en medio de un calor que ya apretaba y de un día que se sabía el más radiante de todos, se fue haciendo la hora más esperada.

Sabíamos que la aparición de Alfonsín se produciría en los balcones del Cabildo, en un alarde de civismo por cierto inédito. A eso del mediodía llegó de la Asamblea Legislativa en el Congreso y ver su figura ya investida con los atributos presidenciales fue el paroxismo de la emoción para todos los que nos encontrábamos allí. Siguió un vibrante discurso de su parte, como aquellos que lo habían ido consagrando en la campaña, esta vez convocándonos a reconstruir la Argentina entre todos. Más alegría, más emoción y más calor se extendieron entre los cientos de miles que colmábamos la plaza y sus adyacencias. Luego siguió un breve e impactante recorrido del Presidente, en descapotable y escoltado por los granaderos, hacia la Casa Rosada en la cual tomaría juramento a su nuevo gabinete. Finalmente se hizo la media tarde y una vez concluída esta última ceremonia empezamos a retirarnos exhaustos e inmensamente felices, con la sensación de que habíamos asistido a un momento histórico, producto de la denodada lucha del radicalismo y su lider, y de características refundacionales para nuestro querido país.

Veinticinco años después también acude a mi memoria aquella canción francesa, impecablemente interpretada por Bécaud, cuyo título y encabezado sirve también para intentar hacer un cierto balance al respecto:"Qué queda de nuestos amores, de aquellos hermosos días?".

Diré al respecto que en el largo recorrido del ayer al hoy asistimos como protagonistas a sucesos memorables y otros de penosa evocación. Al alejamiento de oportunistas e impacientes y también a la pérdida de queridos amigos de lucha, no siempre compensados estos últimos ni en cantidad ni en calidad por los que aparecieron en su lugar. Al tibio compromiso de los más y al reiterado sacrificio de los menos. A discursos grandilocuentes con práxis contradictorias y a conductas edificantes por lo general de bajo perfil. Y a convivir con muchas dudas y pocas certezas, una de las cuales es que aquella epopeya del 83 valió la pena, y otra es que el radicalismo sigue siendo indispensable por sus valores esenciales para construir la Argentina que deseamos y amamos. Aquella de hace veinticinco años, la de hoy, la de siempre...

Queridos amigos, en la esperanza de que aún subsista algo de esos amores juveniles que tanto necesitamos, me despido de ustedes con un fraterno abrazo militante. ¡Feliz aniversario para todos!

Bernardo Wasinkievich.-

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